Soy Hugo Vigray, aunque legalmente me llamo Hugo Villalba Gray, nacido un 20 de marzo de 1963. No me escondo de nadie con el pseudónimo, para nada. Lo que pasa es que estuve de novio muchos años con el teatro. Y, viste cuando pensás que vas a llegar a Hollywood o Broadway, sabés que con Villalba no alcanza. No es culpa mía, te juro. Anthony Quinn no hubiera nunca llegado a donde llegó con su nombre real de Manuel Antonio Rodolfo Quinn Oaxaca. ¿What? Las mismas razones que habrán llevado a Allen Stewart Konigsberg elegir el sonoro nombre de Woody, Woody Allen. O a Demetria Gene Guynes, por el exuberante nombre de Demi Moore. Imaginate, Demetria.
En todo caso, para Broadway tampoco alcanzó con Vigray, aunque en su defensa, digamos que por involucrarme con el periodismo desde 1985, y para más en el área de Artes y Espectáculos, tuve que romper el noviazgo con el teatro porque un buen día me pidieron que haga una crítica a una obra teatral. Y, obvio, no podía seguir haciendo teatro. No se puede ser juez y parte. Pero ya venía firmando como Hugo Vigray, así que ya no lo pude cambiar.
Y así fue que en aquella ruidosa y entrañable redacción del viejo diario Hoy, me casé con el periodismo. Había terminado la carrera de locución en la Escuela Municipal, pero en lugar de hablar ante los micrófonos (cosa que hice de hobby muchas veces), terminé ante las máquinas de escribir. Y me apasioné, porque de hecho, me gustaba escribir. Solo que en lugar de crónicas periodísticas, lo que me gustaba era escribir poesía. O al menos yo pretendía que fueran poesías.
De Hoy pasé al Semanario La Opinión y empecé una carrera bastante intensa, que me llevó a pasar de redactor raso a jefe de área, editor adjunto y llegar a la dirección periodística, primero en la Revista Cartelera y más tarde en el Semanario La Opinión.
Al mismo tiempo, hacía voz en off en programas de televisión de gran repercusión: En «Menchi» contaba sueños e historias conmovedoras. Después fui la voz de «El ojo». Ahí ya contaba pesadillas, porque nos metimos con cosas pesadas. Tanto, que quedé identificado en el sector de voz en off de programas de investigación, porque después vinieron otros programas similares: «El Informante», «La mano en el fuego» y más recientemente, «Algo Anda Mal» (#AAM).
Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada y hacia donde camines llevarás mi dolor. Pablo Neruda Foto: "Atardecer en el Río Paraguay", de Fernando Allen. Juliana se prometió una vida junto a Gumersindo y empeñó en ello los mejores años de su vida. Atontada por el amor se le entregó a los 16 años, le dio un hijo a los 17 alborotando las costumbres del pueblo, y vivió durante muchos años aferrada al sueño de amarrarlo, antes de considerar que aquel hombre de verba deslumbrante, de
El tormento, las pesadillas y el desprecio, iban a terminar ahora que lo había decidido. La ceguera le había ocultado los rostros y los gestos de repugnancia, pero no alcanzaba para guardar el pasado, para borrarlo, porque su pasado seguía allí, en los cuchicheos circundantes, en las protestas de la calle, en los diarios, en los noticieros, en esas pancartas escandalosas que gritaban cárcel a los torturadores, justicia para los desaparecidos, ni olvido ni perdón, y se había c
“Este es un relato de ficción impura, o mixta, oscilante entre la realidad de la fábula y la fábula de la historia” Augusto Roa Bastos. Vigilia del Almirante “El pueblo ha comprendido que la República está rodeada de enemigos que acechan y por ello me ha nombrado a mí para disentir por él”. Tito Chamorro. El Supremo Karai Francia Segundo Premio Concurso de Cuentos Elena Ammatuna, año 2012 Las ejecuciones estaban anunciadas para la mañana. Pero, antes del amanecer, con la casa